Natchio del Desierto
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Por Benjamínn Alonso Rascón
“Padres de Bours, venimos a pedirles que le den unas nalgaditas a su bebé. Porque como en todas las escuelas, en todas las guarderías, cuando hay conflictos entre niños lo educado, lo correcto, es hablar de padre a padre. Y que cada uno meta en cintura a su pequeñuelo. Y su pequeño mounstrito le hizo un daño terribe a muchas familias”.
La voz de un padre en duelo, frente a la casa de otros padres acaso en duelo por la muerte política del menor de sus hijos, Eduardo.
“Por corrupto, por mentiroso, por cacique, por cómplice y por mil cosas más. Mi nombre es José Abrahama Fraijo Rascón, padre de Emilia Fraijo Navarro. Y gracias a la ineptitud, a la avaricia y al egoismo de sus hijos, de su familia… yo ya no la tengo conmigo”.
Así iniciaba el apartado final de un capítulo más en la historia que esciben día a día los padres de los 48 niños abatidos por la negligencia criminal. El capítulo había iniciado a las 12:15 horas del sábado 18 de Julio de 2009, cuando los paterfamilias salían en una veintena de carros de la Plaza Zubeldía en Hermosillo con dirección a Ciudad Obregón, previa parada en el lugar de los hechos, donde un sentimiendo mezclado de tristeza e indignación encontró salida en lágrimas y abrazos mientras el papá de Yeyé depositaba “para ellos” una corona de crisantemos...
La nota amarga la dieron los policías, que importunaron con su aparición pretendida y fallidamente amedrentadora. Su presencia y su actuar, en ese lugar y momento, uno más de los absurdos que son vistos como algo “normal” en un mundo al revés.
Pero la caravana siguió a Guaymas y nosotros con ella.
-Le damos la bienvenida. Aquí en Guaymas se está conformando un grupo dentro de la sociedad civil y estamos en la lucha para exigir justicia. Es un movimiento de solidaridad y respeto con ustedes. Hemos realizado 9 marchas, hemos recorrido guarderías verificando que se hagan las mejoras necesarias y estamos exhortando a los padres de familia a que se organicen y exijan que se mejore esto para que no se vuela a repetir este caso.
-Muchas gracias. Vemos que empieza a producir la semilla que se derivó de la tragedia. Empieza a darse el despertar de la conciencia de la ciudadanía. Sentimos que no es tan inútil la pérdida de nuestros bebés, que va a dejar algo positivo dentro de todo, dentro del dolor que sentimos los papás y toda la sociedad.
Con el sol en pleno y la altísima humedad porteña, familiares, acompañantes y periodistas caminaron la banqueta de la plaza 13 de Julio y avanzaron una cuadra para concluir la breve pero intensa marcha en Palacio Municipal. Próxima estación: Esperanza.
Los organizadores de la marcha en Cajeme pidieron que el contingente les esperara en la caseta de cobro de Esperanza, para ya juntos dirigirlos al punto de reunión en la alguna vez llamada Ciudad Blanca. Lo que nadie se esperaba (ni anfitriones, ni periodistas acompañantes y quizá ni los propios protagonistas), era el notable acto de desobediencia civil que los padres de familia emprenderían en ese lugar. Ya parqueados los automóviles, un par de caravanistas fueron donde la caseta de cobro para pedir les permitieran el paso sin efectuar el pago de una cuota que consideraban injusto pagar, ya por los motivos del viaje, ya por la cuota en sí misma.
La respuesta no fue otra que una negativa. Así que madres y padres, en ese orden, decidieron hacerse paso con sus propias manos. Tres mujeres de blanco emprendieron un paso vigoroso y en cosa de dos minutos retorcieron la autoridad de la pluma, la de la trabajadora-cobradora y la de los policías federales que prestos llegaban a tomar foto y video a las insurrectas, hecho que suscitó la reacción ahora de los varones de blanco, que pletóricos extendían sus brazos frente a los lentes: “Sí, tomen todas las fotos que quieran, aquí estamos, somos nosotros, que nos vean”.
La caravana toda y no pocos trailers y otros autos pasaron la liberada caseta entre rugidos de claxon y gritos de “¡Justicia!, ¡Justicia!”.
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