domingo, 19 de julio de 2009

Para documentar mi pesimismo


Iván Rincón Espriú

Kaosenlared.net


Al saber que alrededor de 30 mil personas, según algunos cálculos, marcharon el 11 de julio en Hermosillo por la tragedia del 5 de junio y la ignominia que puso al descubierto esa tragedia, sentí una singular alegría. La sociedad por fin despierta y se moviliza, pensé, pero un contrapeso equilibró la balanza y me hizo ser más bien objetivo (en la objetividad no cabe alegría de ningún tipo, según su acepción periodística). Las sucesivas marchas de ahora en Hermosillo reeditan las de hace tres años en Oaxaca de Juárez, cuando parecía que los manifestantes estaban en camino de tirar al tirano cuya tiranía los había unido y sumaba otras fuerzas sociales a la suya, la del magisterio local inicialmente, médula ósea y columna vertebral de lo que poco después sería el cuerpo de la APPO. Esta vez no se trata de tumbar un gobernador que, por dormir como bebé ciego y sordo al multitudinario reclamo de justicia, terminó quemado mientras dormía, con la salvedad de que no sufrió una violencia física intensa y tan inmensa que desborda el cuerpo humano, sobre todo el de un bebé, ni quedó lacerado para siempre; las elecciones lo castigaron con la resurrección priista, que también es un castigo para la sociedad en su conjunto. ¿Hacia dónde caminan entonces alrededor de 30 mil personas unidas por el dolor de 77 bebés y siete adultos calcinados en vida? Por lo pronto, esta desgracia única en el mundo ha destapado una cloaca de podredumbre concentrada: el «Seguro Social» en México cede sus obligaciones al crimen organizado; mil 500 guarderías -así llamadas porque guardan a los bebés como a cualquier cosa- no son más que un negocio particular de las principales familias que usurpan el poder supremo en México y lo comparten con grandes capos del tráfico ilegal de narcóticos y armas, entre otras lacras, quienes lo usan a su vez para lavar dinero sucio. Vaya paradoja: los reaccionarios más ignorantes y los ignorantes más reaccionarios consideraban al IMSS como "socialista" hace años. Y no olvidemos que a la cabeza del ISSSTE se halla posicionado hoy un tal Miguel Ángel Yunes Linares, cuyos vínculos con el narcotráfico son públicamente conocidos, tanto como su pederastia (que nadie tenga los ovarios de Lydia Cacho para denunciarlo es otra cosa), y es aliado político de Elba Esther Gordillo, otro personaje sórdido en la cima del poder.


Ahora sabemos un poco más, nos indigna y colma de coraje, pero yo me pregunto si era necesario que murieran en llamas 48 niños menores de cuatro años (más de la mitad tenía menos de tres) y 29 quedaran con lesiones de por vida para que encaráramos el secuestro del país por una mafia sin alma, no digamos vergüenza ni sensibilidad, mucho menos honestidad, que es algo absolutamente ajeno a esta clase de gente, si acaso es gente, ni "vocación de servicio", "lealtad a la patria" y todas esas patrañas verborreicas de la demagogia que nos sermonea desde la escuela primaria.


En la vida real, México es un país de múltiples aberraciones gigantes, como esa que llaman «Seguro Social» y tiene de seguro y social lo que el espíritu de santo y la carabina de Ambrosio, un «Instituto Mexicano» que tiene de instituto lo mismo que un manicomio gringo y de mexicano lo mismo que la "cultura política" del nepotismo, el amiguismo, el influyentismo y un largísimo etcétera de PAN con lo mismo, además de la tranza, la corrupción, el trinquete, el cochupo, el chanchullo, la mordida, el chayote, el albazo, el madruguete, la maniobra vil, el chantaje, la extorsión, la negociación bajo "las heladas aguas del cálculo egoísta"... aberraciones gigantes, decía, como ese elefante blanco al que llaman hospital y tiene de hospitalario lo mismo que una cárcel, que sirve para amputar piernas y brazos a diestra y siniestra y su director parece más bien un barrotero de pacotilla, ladrón y embustero, y el llamado Congreso de la Unión no tiene los tamaños para mandar y demandar su renuncia, porque tampoco tiene dignidad, y la Ignominiosa Cohorte de Suprema Inmundicia (como la absolución a preciosos y pederastas) cobra los sueldos más altos del mundo por irse de vacaciones antes que atender sus obligaciones morales, porque ni siquiera sabe que tiene obligaciones morales.


En México la política es sinónimo de corrupción y, bromas aparte, puede ser magistrado de la República una persona que ignora si el Distrito Federal es un estado y si el robo de un recibo de teléfono es delito federal (me consta porque una hermana de mi papá llegó a tales alturas con tales ignorancias, pero con un sueldo de 113 mil pesos mensuales de aquel entonces, además de prestaciones y otras propinas, que después se triplicaron, junto con las percepciones de los consejeros electorales, que por ley son iguales). En México tienen lugar las elecciones más caras del mundo para que luego el ejército y la policía nos impongan como «presidente de la República» a un monigote del crimen organizado, un «Eliot Ness mexicano», según el humor negro de Obama (por supuesto, aquí los cárteles de la droga, las bandas paramilitares y los maltratantes de Ciudad Juárez son intocables). En México, único país del mundo con un monumento a la madre, nadie ha logrado que los autores de crímenes contra la humanidad, como el genocidio y la desaparición forzada, sean juzgados y condenados como en el resto de América Latina; el pueblo de este país ni siquiera lo ha intentado. En México, la llamada sociedad civil es pasiva y retraída por los protagonismos chapuceros que la repelen, y estos protagonismos ocurren porque ella es pasiva y retraída; se trata de una espiral en donde las causas y los efectos se invierten, son el reflejo infinito de un espejo frente a otro.


Tenían que morir asesinados 48 bebés por negligencia criminal con una violencia incendiaria y sobrevivir al infierno del techo en llamas que les cayó encima otros 29 con imborrables huellas físicas y mentales para que alrededor de 30 mil personas salieran a las calles de Hermosillo como lo hicieron hace tres años los maestros de Oaxaca y después el pueblo en general antes de que se impusiera el tirano usurpador en el estado a sangre y fuego con la descarada complicidad del tirano usurpador en el país. ¿Cambiarán las cosas ahora sí? ¿Por qué es necesario que haya mártires? Al parecer, así como la corrupción es costumbre y tradición en la "cultura política" mexicana y eje articulador de la existencia disfuncional del estado, el martirologio es la raíz de la protesta multitudinaria, la movilización masiva espontánea, la que se gesta y organiza con independencia y al margen del estado y sus anacrónicos partidos políticos... ¿Alguien no ha leído la novela Oficio de tinieblas, de Rosario Castellanos, inspirada en la historia real de un levantamiento indígena que dio inicio con el sacrificio de un niño crucificado por el siempre fanático pueblo de Chamula?


En conclusión, la disyuntiva entre la indolente pasividad de nuestra sociedad civil y un genocidio infantil que la sacuda y despierte del letargo para corregir algo de lo mucho que anda mal en este país de vergüenza, burla y vacilada, o quedarse frustrada en el intento después de abrigar ilusiones y esperanzas inútiles (no olvidemos la masacre de Acteal, otro crimen de estado ejemplarmente impune, cuyas víctimas lo fueron y siguen siendo en vano) es tan nefasta y lamentable como la confirmación de que Televisa, el futbol y la tragedia son los motores de cualquier movimiento masivo en México; esa también es una tragedia.



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